Acaricié y besé cada centímetro de su piel como si quisiera memorizarlo de por vida. Él no tenía prisa y respondía al tacto de mis manos y mis labios con suaves gemidos que me guiaban. Luego me hizo tenderme sobre el lecho y cubrió mi cuerpo con el suyo hasta que sentí que cada poro me quemaba. Posé mis manos en su espalda y recorrí aquella línea milagrosa que marcaba su columna. Su mirada impenetrable me observaba a apenas unos centímetros de mi rostro.
El juego del ángel-Carlos Ruíz Zafón.

lunes, 30 de mayo de 2011

Calor.

Sentada en clase, observando al profesor, veo como su boca articula palabras que para mí es imposible escuchar. Todo es culpa del calor, del sol. Veo la desesperación en sus ojos cuando intenta que comprendamos lo que dice, y me fijo en mis compañeros: uno mira a la nada con un dedo en la nariz, otra mira al "chico guapo" de la clase, y este se ríe a carcajadas quién sabe de qué.
Y yo... Yo solo puedo pensar en una cosa: ÉL. Pienso en cómo todo puede acabar tan rápido, de un día para otro, de repente. Una moto, un coche con el sol de frente que no la ve venir, y PUM. Adiós muy buenas. Ya no existe. Solo queda de él una mancha en la carretera y el recuerdo constante en las mentes de las pocas personas que le quisieron de verdad, pero que, al igual que la mancha, se irá borrando.
Intento escuchar al profesor, pero lo único que oigo son las chicharras cantando su triste y monótona canción bajo el sol abrasador.

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