15 días.
Pocos para algunos, eternos para otros, sobretodo para mí. 15 días sin ti; el recuerdo de tus abrazos y tus besos grabados a fuego en mi mente, saliendo a relucir en todo momento. Tú te quedas allí, en casa, ¿te acordarás de mí? ¿Me echarás de menos? Espero que sí, pero no tengo modo de saberlo.
Empiezo a pensar, en esta situación nada bueno, y mi cabeza crea montones de imágenes, todas malas, no quiero que ninguna suceda... pero es inevitable. Entonces te llamo, te cuento mis preocupaciones, y tú -sí, tú, ese ángel caído del cielo que por suerte se ha fijado en mí- te ríes y me dices: no seas boba cariño, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, ¿cómo iba a hacerte daño, con lo que te quiero?
Y mi corazón se salta dos latidos y mi mente por fin se relaja, ya que, ¿por qué iba a hacerme daño, si sé que me quiere?
Y mi corazón se salta dos latidos y mi mente por fin se relaja, ya que, ¿por qué iba a hacerme daño, si sé que me quiere?