Acaricié y besé cada centímetro de su piel como si quisiera memorizarlo de por vida. Él no tenía prisa y respondía al tacto de mis manos y mis labios con suaves gemidos que me guiaban. Luego me hizo tenderme sobre el lecho y cubrió mi cuerpo con el suyo hasta que sentí que cada poro me quemaba. Posé mis manos en su espalda y recorrí aquella línea milagrosa que marcaba su columna. Su mirada impenetrable me observaba a apenas unos centímetros de mi rostro.
El juego del ángel-Carlos Ruíz Zafón.

miércoles, 15 de junio de 2011

A veces odiamos lo que es diferente a nosotros, pero muy a menudo se debe a que tenemos miedo de lo que no conocemos, de lo que es distinto. Y es porque, en el fondo, tememos que nos guste. 
Memorias de Idhún

1 comentario:

  1. Me alegra que te haya gustado mi texto :) muchas gracias. Si quieres no seguimos ambas, porque tus textos estan muy bien! un besito

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